Derecho a la vivienda
Sobre el problema de la vivienda y mucho más (¡Ay Madrid!)

¿Por qué se vulnera todos los días el derecho a la vivienda en nuestras ciudades? ¿Qué sucede en Madrid? ¿Ha traído algo de cambio la “política del cambio”?

Colas EMVS
Colas para solicitar una vivienda de alquiler en la oficina de la EMVS, en Madrid. David F. Sabadell


Es coautor de “De la especulación al derecho a la vivienda” (Traficantes de Sueños, 2018) y miembro del Instituto DM.
12 feb 2019 11:39

Como sigan subiendo así los alquileres, no sé dónde voy a vivir en un par de meses; tengo miedo a la llamada de mi casero”. “—Pues a mí se me va casi todo en pagar el alquiler. Llego por los pelos a fin de mes”. “—Parece que vuelve la burbuja”

¿Quién no ha escuchado últimamente en el metro o el en tren una conversación así? La vivienda lleva meses en el centro de las conversaciones más cotidianas. Pero lo cierto es que nunca se ha ido, siempre ha estado ahí. Y es que España arrastra un problema en materia habitacional que podríamos calificar de estructural. Y ello por varios motivos. Algunos quizá parezcan demasiado obvios, pero son consecuencia de otros más complejos y problemáticos —con hondas raíces históricas y económicas en el modelo productivo del país—.

El modelo financiero inmobiliario sobre el que se sustenta la economía española parece contradecir punto por punto el articulado de la Constitución de 1978

Los primeros, que pertenecen al ámbito de las cosas del comer, se explican por sí mismos: cuando se dificulta el acceso a la vivienda o se genera inseguridad en la tenencia —es decir, se somete a las personas al vaivén frenético de la especulación—, lo que se pone en cuestión son los relatos vitales de quienes habitan una casa. Sus proyectos se ven amenazados y la posibilidad de seguir sosteniendo (o alcanzar) su autonomía se quiebra. Cuando llega la subida del alquiler comienzan los ajustes, las privaciones y aprieta la precariedad. Si este aumento se torna insoportable, termina sucediendo algo que no debería suceder jamás: un desahucio o una expulsión silenciosa. Esos desahucios invisibles de quienes ya no pueden pagar la renta. Como en un siniestro goteo, los más pobres van abandonando el vecindario, cada vez más inhóspito y sombrío. Huelga decir que cuando se pierde el hogar, y no hay alternativas a mano o una red que sirva de apoyo, las familias entran dentro de un ciclo de exclusión del que resulta muy difícil salir.

Y es que la vivienda, ese espacio íntimo y seguro en el que hacemos nuestro día a día, un refugio lleno de todas nuestras vivencias, recuerdos y enseres, no debería ser una mercancía más. La Constitución —que acaba de cumplir 40 años— dice solemne que la vivienda es un derecho, pero el modelo financiero inmobiliario sobre el que se sustenta la economía española parece contradecir punto por punto el articulado de la Carta Magna.

Todo ello se refleja en una instantánea fotográfica de los barrios madrileños: la ciudad padece una descomunal escalada de precios de alquiler, azuzada además por el torbellino de la turistificación que azota sus distritos más emblemáticos. La alquimia perversa del Airbnb, la Ley de Arrendamientos Urbanos y algunas operaciones estratégicas han convertido Madrid en un plato suculento para los fondos buitre. Un lugar asfixiante para la mayoría, pero muy rentable para unos pocos.

Lo cierto es que en Madrid, Barcelona y otras grandes ciudades llueve sobre mojado. Este ciclo inmobiliario cabalga sobre las cenizas del urbanismo salvaje que caracterizó la burbuja inmobiliaria de 1997-2008, cuyos efectos siguen siendo escalofriantes, una verdadera crisis habitacional: entre 2007 y 2013 tuvieron lugar unas 523.607 ejecuciones hipotecarias en todo el Estado según el Consejo General del Poder Judicial.

En 2017 se desahució a razón de 100 personas al día (4 a la hora). Pero hoy día son los desahucios por alquiler los que baten récords: en diciembre del año pasado aumentaron un 7'9%, representando el 65% del total (7. 518) frente a los hipotecarios, un 29'5% (3.404). Suma y sigue ¿Cómo es posible que después de años de tormenta inmobiliaria no se hayan replanteado las políticas habitacionales? ¿Por qué se vulnera todos los días el derecho a la vivienda en nuestras ciudades? ¿Qué sucede en ¿Por qué se vulnera todos los días el derecho a la vivienda en nuestras ciudades? ¿Qué sucede en Madrid? ¿Ha traído algo de cambio la “política del cambio”? Demos un pequeño rodeo.

Entre falangistas de orden y neoliberales codiciosos

Antes de nada, una contradicción. Y de las gordas. España tiene un parque de vivienda sobredimensionado e infrautilizado: actualmente habría alrededor de 3,4 millones de viviendas sin uso, un 28% del parque total de viviendas. Mientras tanto ciudades y pueblos se encuentran repletos de casas sin gente y gente sin casas. Lo cierto es que todo ese ingente parque sin uso sigue ahí, como el elefante en el salón. Y ello nos lleva a hablar de los problemas estructurales —y no tan obvios— del modelo productivo que lleva gobernando los destinos de España desde, al menos, finales de la década de 1950 —franquismo mediante—. Porque en aquella época, sorpréndanse, un 50% de los españoles vivía como inquilino (cifra que llegaba al 90% en Madrid o Barcelona). Pero las cosas cambiaron. Y mucho.

José Luis Arrese, Ministro de Vivienda franquista entre 1956 y 1960, afirmó con ánimo decidido aquello de “No queremos una España de proletarios, sino una España de propietarios”, y puso los cimientos de un modelo financiero inmobiliario que hoy sigue lastrando nuestros derechos habitacionales. Arrese abrió los cauces para que la iniciativa privada entrase hasta la cocina del urbanismo y fue el muñidor de la “cultura de la propiedad”, que tantos millones dio a promotores y constructores en los burbujeantes años del desarrollismo hispano. Más allá del capitalismo industrial, en los 60 se probó lo que sería la especialización económica central de las siguientes décadas: una mezcla de turismo, desarrollo financiero y explotación del sector inmobiliario. Todo ello atraía divisas, calentaba los mercados de suelo, generaba financiación e impulsaba proyectos inmobiliarios y viviendas a espuertas.

Como seguramente sepan, tras el desarrollismo llegó la burbuja de 1970-73. Y con ella la crisis. Y así otras dos burbujas más, ya dentro de la “era democrática”: la que terminó entre la Expo y los Juegos Olímpicos del 92 (1985-92) y la que tuvo la Gran Recesión como fin de fiesta (1997-2008). Cada una de ellas profundizó más la especialización inmobiliaria de España, y penetró profundamente las economías de los hogares, que durante el último ciclo se vieron implicadas en todo el meollo especulativo de manera central. Pues bien, el legado de esta forma de crecimiento, que subordina el valor de uso de la vivienda a su valor como bien de inversión, son esas 3,4 millones de casas sin uso de las que hablábamos antes —por no hablar del impacto ambiental y las ruinas que dejó el tsunami—. Mientras tanto los desahucios se suceden y se vuelve hablar de una “nueva burbuja” que impide que la gente pueda acceder a un hogar.

Madrid tiene alrededor de 150.000 viviendas vacías, un 10%, algo se podría haber hecho para intentar movilizarla en estos años, digo yo. Pero no

Hacer de la propiedad una bandera y del cemento la economía nacional, ha convertido España en un país que lo apuesta todo al ladrillo, estando totalmente expuesto a sus oscilaciones. Lo que tenemos hoy, más que una burbuja como la anterior, es una revitalización limitada del modelo inmobiliario gracias al “dopaje” del Banco Central Europeo con sus medidas de compra de activos (Quantitative Easing o Flexibilización Cuantitativa). ¿Qué ha sucedido? Que el dinero que fluye por las compras del BCE engrasa los viejos circuitos inmobiliarios, pero los agentes privados —incapaces de levantar un ciclo de miles de grúas— han reconvertido el negocio por otras vías: pisos turísticos manejados por grandes tenedores, explotación intensiva de enclaves urbanos privilegiados, alquileres —gracias a la reforma de la LAU de 2013— y operaciones estratégicas con altas expectativas financieras.

En fin, para el común de los mortales el resultado es el mismo: se induce una burbuja artificial del alquiler y se dificulta el acceso a la vivienda. De nuevo se pone por delante el beneficio de unos pocos inversores —los buitres Blackstone, Lazora, Vivenio y cía, por ejemplo— frente a los derechos de los muchos. Y así nos va.

De aquellos polvos estos ¿rascacielos?

La querencia por la propiedad y el uso de las políticas de vivienda para alimentar ciclos inmobiliarios han hecho que el Estado tenga un parque público de viviendas irrisorio. Hoy este parque suma poco más de un 2% del total. Un número claramente insuficiente. Mientras que otros países se han preocupado por mantener un parque público con buena salud —Francia (17%), Holanda y Dinamarca (30%)—, España se preocupó por potenciar la compra. Por otra parte, y más allá de la retórica de la recuperación —de la que se han beneficiado los más ricos—, las familias hacen un esfuerzo descomunal para poder alquilar: un 43,3% de los arrendatarios destina más del 40% de sus ingresos a pagar el alquiler. Por eso es normal que nos sobre tanto mes al final del sueldo.

¿Y qué se puede hacer? Seguro que la lectora o el lector que haya llegado hasta aquí le viene rondando cierta idea. Esta: ¿Pero cómo es posible que con el número de casas vacías y sin uso —muchas gestionadas por la Sareb— no se haya movilizado para ponerlas en alquiler social?¿Y qué pasa con los bancos rescatados con fondos públicos, como Bankia, que han desahuciado sin cesar? ¿Por qué no se genera parque público con toda la vivienda de estos grandes tenedores? A buen seguro los precios se moderarían y muchos problemas se solucionarían de un plumazo. El que aquí escribe es de la opinión de que así debería hacerse. Y de que si se aprobase la Ley Estatal de Vivienda propuesta por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca las cosas cambiarían en este sentido. Pero la voluntad política del Congreso parece bastante limitada. El bloque inmobiliario tiene unos tentáculos bastante férreos —y pringosos—.

Fíjense en lo que ha pasado con el Real Decreto del PSOE sobre vivienda: al final nada de regulación de precios de los alquileres. Han bastado unas presiones de los grandes fondos, que son quienes mandan en este sarao, para que todo quede en agua de borrajas. Al final se legisla contra las mayorías sociales sin ningún tipo de pudor.

¿Y cómo frenar desde los ayuntamientos esta nueva oleada especulativa? ¿Cómo movilizar la vivienda vacía de las ciudades? ¿Cómo promover el derecho a la vivienda? Aunque el grueso de las competencias pertenezca a las Comunidades Autónomas, y en la Comunidad de Madrid gobierna el PP, se pueden hacer muchas cosas. Por ejemplo, un censo de viviendas vacías, intentar por todos los medios ponerlas en alquiler —entrando en conflicto con grandes tenedores y otras instancias si es preciso—, disciplinar los alquileres turísticos —algo que se hace mejor en Barcelona que en Madrid— y no fomentar, bajo ningún concepto, procesos de turistificación, megaproyectos delirantes y otras fulgurantes operaciones de explotación de activos urbanos.

Por supuesto, no penalizar ni estigmatizar la recuperación de pisos —de hecho, habría que reconocerlos ¿no recoge la Constitución la función social de la propiedad?—. Y, sobre todo, no desahuciar ni cortar los suministros a quienes no pueden pagarlos. Trabajar para proteger a quienes menos tienen, vamos. Que parece que se nos olvida que la crisis se montó sobre una gigantesca estafa inmobiliaria. Y su resaca dura ya una década.

Pues bien, Madrid, con su bonito ayuntamiento del cambio, es el ejemplo de todo lo que no hay que hacer en términos de políticas de vivienda. No sólo la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo (EMVS) ha desahuciado, sino que el ayuntamiento ha estigmatizado la ocupación, se ha desentendido de los problemas de vivienda de la ciudad —el término dejación de funciones viene al pelo— y sólo manifestado gestos exiguos y exangües —mimimi— a la hora de presionar a la banca y los fondos. Madrid tiene alrededor de 150.000 viviendas vacías, un 10%, algo se podría haber hecho para intentar movilizarla en estos años, digo yo. Pero no. También han menospreciado a la PAH. Incluso iban a aprobar un reglamento de la EMVS que dejaba fuera del mismo a las vecinas sin papeles y a quienes se hubiesen visto en la necesidad de ocupar vivienda municipal por necesidad. Menos mal que la presión del movimiento de vivienda les hizo desistir. Algún paso han dado en la regulación de pisos turísticos, pero poco más. Porque mejor no hablar de la Oficina de Intermediación Hipotecaria de la señora Higueras —su nueva oficina municipal parece más de lo mismo—. Pero ahí no acaban las cosas ¡Ay Carmena!

Y no acaban porque también está —redoble de tambores y subidón— la Operación Chamartín. Podría citar más como guinda del pastel —Canalejas, Plaza de España, Taller de Precisión de Artillera y ahora los Berrocales—, pero el pastel es más importante, qué duda cabe. En dicha operación —ahora sabemos que es más bien un contubernio— Adif le regala a mitad de precio unos terrenos al BBVA en consorcio con el Grupo San José. Poca cosa: 1,2 millones de metros de suelo público a mitad del precio de mercado. Todo ello con el beneplácito del Ayuntamiento. Y nos querían convencer de que la operación no era nada especulativa. Pero es que encima es terrible si la miramos desde la óptica urbanística y en relación con la vivienda: veintitantas torres —imaginen Blade Runner sobre el barrio de San Cristóbal—, un Mini Manhattan y una desconsideración total con el problema de la vivienda asequible en la zona. Encima quieren hacernos tragar que el negocio es un chollazo habitacional. Lean este informe y convénzanse de lo contrario.

Como ven, Madrid es un campo de batalla urbanístico lleno de conflictos. Además tienen lugar una región terriblemente desigual y segregada. Burradas como la Operación Chamartín ampliarán todas las brechas urbanas y sociales. Al final parece que vivimos en el día de la marmota del urbanismo del Partido Popular —Ahora Madrid ha insistido en su modelo, incluso lo ha perfeccionado—. Mi recomendación: afíliense a los Sindicatos de Inquilinas de sus distritos, empiecen a ir a las asambleas de la PAH de sus barrios. Se acercan tiempos duros. Y el derecho a una vivienda digna sólo lo conquistaremos entre todos y todas. Tal vez suene descabellado, pero quizá montar una guerrilla urbana con sus vecinas no sea tan mal proyecto de futuro. En Argumosa 11 ya lo están haciendo. Y a este paso esa será la única forma de conseguir alquileres asequibles y techo. Lo que está claro es que ningún político progre nos sacará las castañas del fuego.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Almería
Derecho a la vivienda Las 53 familias de Almería que iban a ser desahuciadas por la Sareb se quedan en sus casas
Los vecinos han comenzado un proceso de negociación con la Sareb para paralizar un desahucio que estaba proyectado para el próximo 5 de junio.
Cádiz
Derecho a la vivienda El vecindario de un edificio en Cádiz se niega a irse y se declara en lucha
La nueva propiedad del edificio de la Plaza Falla, 3 , Grupo Abu y la inmobiliaria Ovando Homes se niega a seguir arrendando las casas a los y las inquilinas que lleva años viviendo allí.
Derecho a la vivienda
Derecho a la vivienda KKR y el negocio del ladrillo: de vender pisos en territorios ocupados a gestionar las viviendas de la Sareb
Desde 2022, el fondo proisraelí KKR es el encargado junto a Blackstone de gestionar la cartera residencial del banco malo. En verano vencen sus contratos y los fondos presionan para seguir sacando rédito del patrimonio público.
Iberio
12/2/2019 13:31

Teóricamente, ahora hay una oportunidad de revertir esta situación institucionalmente en las próximas elecciones municipales y autonómicas incluyendo en los programas las medidas necesarias para aprovechar el exceso de viviendas hoy vacías para solucionar el problema de desahucios y subidas de precio de alquiler. Es tan importante, que todas las plataformas y partidos de izquierda concurrentes deberían estar ya anunciando estas medidas aunque sólo fuera por mera propaganda (Carmena y Errejón tendrían poca credibilidad visto lo visto, pero en fin...) Sin embargo apenas se oye nada más que la negativa de IU a blanquear la Operación Chamartín, sin entrar del todo en la solución del problema. ¿Qué pasa? Hasta dónde ha penetrado el lobby de la especulación en la izquierda? ¿Por qué no es el punto central de la campaña? Probablemente, sólo la guerrilla propuesta en el artículo pueda visibilizar esta omisión si no. Increíble pero cierto, la izquierda pasa y ¿querrán que la gente no se quede en su casa y vote?.

2
0
#30431
12/2/2019 13:08

El Salto ha tardado en reaccionar al PPelotazo carmenita, pero más vale tarde que nunca.

0
0
#30453
12/2/2019 19:21

Creo que estás poco informado. Fue de los primeros medios que se hizo cargo del pelotazo. De hecho, yo me enteré por él. Echa un vistazo aquí: https://www.elsaltodiario.com/operacion-chamartin

1
0
#30458
12/2/2019 20:24

Me refería a desde que el escandalo salto a otro nivel hace ya casi 2 semanas. No hay más que recorrer también otra supuesta prensa de izquierdas para no encontrar nada.

0
0
Sevilla
Medio ambiente La mina de Aznalcóllar volverá a producir en 2028: viejas heridas, nuevos vertidos
La Junta de Andalucía ha dado luz verde definitiva a la reapertura de la mina de Aznalcóllar a manos de la compañía Grupo México, un proyecto que pretende verter más de más de 17 mil millones de litros de aguas tóxica al río Guadalquivir
Infancia
Pobreza Solo uno de cada cinco niños y niñas de familias con pocos recursos va a campamentos de verano
Apenas el 36% de los alumnos y alumnas que reciben beca comedor tienen la alimentación garantizada durante el periodo estival, afirma un estudio de la ONG Educo.
República Democrática del Congo
República Democrática del Congo La población civil sigue atrapada en el conflicto del este del Congo
El M23, la milicia apoyada por Ruanda, mantiene el control en 8.000 kilómetros cuadrados en la RDC; el presidente del país ofrece un acuerdo de minerales a cambio de seguridad a Washington
Energía
Gas fósil La cautela tras el apagón añade euros, emisiones y energía verde desperdiciada a la factura de la luz
La mayor penetración de gas y nuclear en el mix aumentará la factura, aunque la subida quedará algo amortiguada por la energía barata de mayo. Las emisiones de la producción eléctrica subirían en 6.800 toneladas de CO2 equivalente.
Galicia
Crowdfunding O Salto Galiza abre un crowdfunding para empapelar a Altri
Queremos investigar a los responsables políticos y empresariales del que podría ser el mayor atentado ambiental de la historia reciente de Galicia.
Líbano
Líbano Hezbolá en Líbano: entre la ocupación israelí y la crisis interna
Líbano sigue bajo la sombra de la ocupación israelí y un alto el fuego fallido; mientras Hezbolá enfrenta su mayor crisis tras la muerte de Nasralá y es presionado para su desarme.

Últimas

Hazlo Posible
Hazlo posible Un año de investigaciones en El Salto: más impacto y visitas que nunca
En el último año El Salto ha publicado decenas de trabajos de investigación, con más impacto y visitas que nunca: desde la exclusiva de los festivales de KKR a la foto manipulada de Mazón, pasando por los agentes infiltrados en colectivos sociales.
Laboral
Laboral CCOO denuncia que Glovo no ha cumplido sus promesas (y obligación) de hacer trabajadores a sus riders
El sindicato vigila cada paso de la empresa seis meses después de la ‘ley Riders’ y denuncia en Aragón y Navarra la cesión ilegal de trabajadores con “empresas paralelas”.
País Valenciano
Laboral Seis trabajadores despedidos tras convocar elecciones sindicales luchan en los tribunales por su readmisión
Los empleados de Qatium, una de las ramas de Aguas de Valencia, fueron despedidos de un día para otro tras el preaviso de elecciones. Consideran que se trata de represión sindical y piden el despido nulo.
Palestina
Palestina Un paso más cerca: un barco de la Flotilla de la Libertad zarpa hacia Gaza con ayuda humanitaria
El barco busca visibilizar el genocidio en curso por parte del Estado de Israel y romper el bloqueo sobre Gaza. El 'Madleen' parte un mes después de que un ataque con drones dañara otro barco de la flotilla y retrasara la misión humanitaria.
València
València Denuncian por delito de odio a los policías que agredieron a la familia afrocolombiana
La querella por la agresión policial que se produjo en la valenciana calle de San Vicente Mártir el pasado 17 de mayo ha sido admitida a trámite por el juzgado.
Más noticias
México
Sistema judicial México renueva el Poder Judicial en las urnas con una participación del 13%
Expertos alertan que la reestructuración impulsada por el gobierno pone en riesgo la independencia judicial y limita el acceso a la justicia.
Unión Europea
Israel Cómo y por qué suspender el Acuerdo entre Israel y la UE
“El respeto a los derechos humanos y los principios democráticos constituye un elemento esencial del presente Acuerdo.” — Artículo 2 del Acuerdo de Asociación UE-Israel.
Opinión
Opinión La banalidad del mal en Gaza: cuando la indiferencia mata
La devastación no se limita a tanques, drones o misiles; también se manifiesta en decisiones administrativas que despojan de derechos a una población entera.

Recomendadas

Extrema derecha
Extrema derecha Llámalo X: cómo y por qué las élites tecnológicas cabalgan la ola del posfascismo
Los “broligarcas” de las grandes tecnológicas han tomado el relevo de las masas de desamparados del primer trumpismo para llevar las ideas de extrema derecha y antiilustradas a un nuevo estadio.
Literatura
Edurne Portela y José Ovejero “Nuestras protagonistas hicieron historia, pero no están representadas en ella”
En ‘Una belleza terrible’, Edurne Portela y José Ovejero novelan a cuatro manos la historia de un puñado de mujeres y hombres que pusieron sus vidas al servicio de la revolución.
Cine
Lucía Delgado y Tábata Cerezo “Las escenas de intimidad van mucho más allá del sexo”
Lucía y Tábata son coordinadoras de intimidad, es decir, se ponen al servicio de una historia audiovisual para acordar, delimitar, construir escenas que pueden suponer situaciones de especial vulnerabilidad a los actores y actrices.