Feminismos
Jule Goikoetxea: “Los genocidios se sustentan en prácticas micro que legitiman una manera de vivir delirante”

Jule Goikoetxea es una de las filósofas más reconocidas del Estado Español. El año pasado acompañó a Angela Davis en su visita a la Fira Literal de Barcelona. De aquellos cuatro días nace su primera novela, ‘Politeísmo bastardo’.
Jule Goikoetxea Politeísmo bastardo
Jule Goikoetxea, autora de Politeísmo bastardo.

Jule Goikoetxea (1981) es una de las filósofas más reconocidas del Estado Español. El año pasado acompañó a Angela Davis como su “guardaespaldas” en su visita a la Fira Literal de Barcelona. De aquellos cuatro días nace su primera novela, Politeísmo bastardo (Bellaterra y Tigre de Paper), una crónica política y filosófica llena de humor, análisis y actualidad. Un artefacto contra todo monoteísmo que pretende ser un rayo de luz entre la confusión y la brutalidad que ocupa nuestros días. Con ella hemos hablado de la guerra, la paz, la violencia y el poder. 

Leyendo Politeísmo bastardo me he reído mucho. El libro es una crítica mordaz a nuestra época, a nuestra forma de vivir, de amar y de pensar que nos lleva a constantes guerras. Desarróllame esta crítica...
De esos polvos estos lodos y de estas formas de vivir estas guerras. Esa es la crítica. Las guerras no son solo un asunto macro político, son también micropolítica, porque el capitalismo global no está volando en el cosmos global, sino que está incrustado en cada barrio, en cada cuerpo y en cada casa. Todo lo macro, incluidos los genocidios, se sustenta en lo micro, en esas prácticas diarias que componen la sociedad y sus instituciones político-económicas que van legitimando una manera de vivir totalmente delirante. 

El estado de bienestar europeo o la paz europea han sido posibles gracias a las políticas extractivistas basadas en la explotación y la desposesión de millones de individuos y tierras en todo el mundo. La pregunta es por qué, de los 200 estados que hay en el mundo, ninguno es capaz de parar el genocidio. La respuesta es que todos los estados están de mierda hasta el cuello, porque su existencia y, por tanto, la nuestra, depende de esas prácticas extractivas, de esos tratos comerciales y de esa circulación del capital que sólo funciona mediante explotación y desposesión. Y aquí estamos.

Defiendes el politeísmo como marco de análisis. ¿Como explicas desde el politeísmo la violencia que estamos viendo y viviendo los últimos meses?
Dicho rápido, se trataría de no reducir las causas de esa violencia a una sola causa. El monoteísmo reduce todos los dioses a uno, todos los amores a uno, todas las morales a una y todos los males y sus causas a uno. Pero las causas, que están relacionadas y jerarquizadas, son múltiples, como lo es la violencia. 

Tenemos una gran tendencia a querer establecer La Causa, una y solo una, El Enemigo, uno y solo uno, pero incluso en la unidad de la élite capitalista, hay intereses, dinámicas, capacidades y estrategias divergentes, mezcladas todas con kilos de estupidez. A las élites como a los medios les interesa reducir todo a un solo problema, ese que a ellos mejor les venga, y despliegan todo un marco mono (teísta), secuestrando las narrativas más complejas y crudas que nadie quiere oír. 

El otro día leía que la verdadera guerra no es la de los tanques sino la de las narrativas...
De nuevo reduciendo todo a una cosa o a otra [risas]. El pensamiento dicotómico de tanque o narrativa sustenta ese marco moderno monoteísta que se critica en este libro. Un marco que necesita dicotomizarlo todo para luego elegir una sola cosa: esto o lo otro, tanques o narrativas; eso que es material o eso que es simbólico; o la paz o la guerra.

El heterocapitalismo colonial no puede funcionar solo con guerras, necesita tanto tanques como el sentido o la narrativa que hace posible dicha guerra

Ya que hablamos de guerra, también eres crítica con la paz. Dices que “su paz siempre será más cruel que nuestra guerra” y que por eso “hay que cuidar el relato, porque la crueldad siempre estuvo en el sentido. Y añades que toda plusvalía está hecha de muerte y paz”. ¿Existe la paz?
La guerra necesita de obediencia y la obediencia no se consigue solo con violencia directa, sino con violencia normalizada, es decir, con lo que normalmente llamamos paz. El heterocapitalismo colonial no puede funcionar solo con guerras, necesita tanto tanques como el sentido o la narrativa que hace posible dicha guerra: una economía militarizada, una investigación científica militarizada, deseos y estructuras emocionales militarizadas y dicotomizadas, etcétera. 

Hace unos días en televisión decías que tenemos un problema con nuestras narrativas y con nuestras certezas porque ya no nos dan claridad para entender y explicar el mundo. ¿A qué te refieres?
El problema es que si tienen secuestrada tu narrativa te tienen secuestrada a ti y también tienen secuestrada a la población, como dicen Fanon y Spivak, ya que la subalternidad es precisamente no poder pensar el mundo ni entenderte en él fuera del marco del colonizador, del capitalista o del patriarca. Por eso digo en la poesía final del libro que nuestra época está preñada de paraísos encarcelados, taladrando sin pausa esa sordera, llena de evidencias rotas, y de ruido. 

Personas con discapacidad
Itxi Guerra Itxi Guerra, activista anticapacitista: “Lo 'diska' muestra dónde falla el capitalismo y cómo dinamitarlo”
En 'Ruptura y reparación de la máquina', esta referente del anticapacitismo argumenta la potencialidad política de la discapacidad y da pautas para convivir en un sistema discapacitante: “Las redes entre personas nos permiten vivir con la máquina rota”

Angela Davis, en la Literal de Barcelona, dijo que desde que publicó Raza, género y clase se han desarrollado muchas propuestas críticas como la interseccionalidad, el transfeminismo, el capacitismo, etc. ¿Todo ello nos es útil para entender el momento histórico en el que estamos?
Sí, para entenderlo y cambiarlo. Davis dice que su propuesta inicial ha sido enriquecida, y creo que esta honestidad intelectual hace que teniendo 80 años nunca diga “en mi época”, porque si estás viva ésta es tu época tanto como la mía. Cuando vamos creciendo y envejeciendo, y dependiendo de tus condiciones, sientes que el mundo cada vez te pertenece menos o que tú cada vez perteneces menos al mundo porque requiere mucho esfuerzo tratar de entender la época en la que vives, las derrotas se te acumulan y esto también es un factor a tener en cuenta cuando hablamos de soledad, pérdida y confusión. Por eso es tan importante prestar atención a las mujeres viejas, a esa vejez que se enfrenta a diario al productivismo y al capacitismo colonial. 

¿Escuchar como disciplina y como estrategia?
En este capitalismo guerrero y digital nos han robado la atención, que es lo que te hace ser parte del mundo. Esa atención implica aprender a escuchar lo que dicen no solo las generaciones más jóvenes, sino otras culturas, otros territorios y en especial esos colectivos silenciados sistemáticamente. Nikita Dhawan, pensadora india, suele decir que la interseccionalidad no es una categoría del todo adecuada para el sur global, porque, aunque puede corregir situaciones de violencia, refuerza la dominación del pensamiento euroamericano, ya que deja de lado la producción de castas o la naturaleza indígena de ciertos pueblos. 

Quería mostrar que ante esto es imprescindible escuchar, prestar atención, como hacen Davis o Ahmed o parte del movimiento feminista y antirracista euroamericano, pero también Mariña y Ana María, que son las trabajadoras de la limpieza del hotel en el que nos alojamos Davis y yo. El problema es que no todas tenemos las mismas condiciones para poder prestar atención.

Con el castigo sistemático es como se crea la obediencia en una sociedad moderna. Por eso castiga quien puede, no quien quiere. Llamar punitivistas a las mujeres que se defienden como pueden es como llamar a los palestinos que se defienden como pueden violentos

Ahora en el feminismo se debate mucho entorno a una dicotomía. Violencia y coacción frente a diálogo y consenso. ¿Qué piensas sobre este debate?
Aquí lo único consensuado es la violencia política contra las pobres, las mujeres y las personas no blancas, mercancías raciales y sexuales que crean sujetos consensuadamente violentados. Palestina deja claro que el consentimiento también es una cuestión de poder. Es como la tolerancia, el diálogo y la negociación. Tolera quien puede, no quien quiere; y, dialoga y negocia quién puede y no quien quiere. Mira oriente medio. 

Por eso, me chirrían ciertos discursos ilustrados sobre violencia, coacción y antipunitivismo. Primero, porque los sujetos políticos que componen nuestra sociedad se crean mediante pequeños castigos, coacciones y recompensas diarias que van modulando los cuerpos y el comportamiento hasta conseguir mujeres y hombres decentes, trabajadores normales e hijas obedientes. 

Con el castigo sistemático es como se crea la obediencia en una sociedad moderna. Por eso aquí castigar, lo que se dice castigar en sentido estructural, castiga quien puede, no quien quiere. Llamar punitivistas a las mujeres que se defienden como pueden es como llamar a los palestinos que se defienden como pueden violentos. 

Y así llegamos a otro de los temas de actualidad. Abolicionismo carcelario y antipunitivismo. A esto también le hincas el diente
Se habla de abolir el heterocapitalismo racial porque el abolicionismo en ese sentido es una propuesta integral, no sólo en contra del sistema carcelario sino de los sistemas que racializan, sexualizan y mercantilizan los cuerpos, cuerpos creados mediante violencia económica, institucional y epistémica. No hay una manera de crear sujetos determinados, por ejemplo, proletarios, si no usas el castigo (explotación), la coacción (no poder comer) y la recompensa (salario). 

Volvemos a cómo empezamos ¿quién puede permitirse ir por la vida sin entrar en estos mecanismos de castigo y recompensa y sobrevivir? La clase trabajadora no ¿Quién puede vivir sin salario, que es profundamente punitivo? ¿Queremos cambiar todo esto? Si. Pero no desde esa posición privilegiada que se cree no-violenta o pacifista mientras tiene toda una estructura punitiva, coactiva y de vigilancia constante haciendo el trabajo sucio que le permite pasearse por la calle sin ir armada. 

Escuchándote me da la sensación de que tenemos una forma de entender la paz y el diálogo un poco naif. ¿Me equivoco?
Es una forma un poco imperial. Mi manera de entenderla, en concreto, es muy vasca [risas]. Creo que hay propuestas muy interesantes y nada naif dentro de ciertos antipunitivismos del siglo XX que provienen sobre todo de las comunidades afroamericanas y de los pueblos originarios. Todo lo relacionado, por ejemplo, con la reparación y la no repetición. El aparato de justicia del estado moderno no sólo no repara en la mayoría de los casos, sino que no tiene en cuenta qué es reparar para las personas agredidas o damnificadas. Esto el derecho germánico antiguo sí lo tenía. 

El problema de la cosmovisión moderna es que oculta sistemáticamente la violencia que ejerce. Arundhati Roy hace una buenísima crítica a este pensamiento ilustrado cuando dice que la resistencia no-violenta es un teatro muy efectivo si tienes público, pero si eres una persona pobre de una comunidad indígena que vive a cuatro días de cualquier carretera y los bosques están llenos de soldados violando a la población y masacrando las aldeas, ¿qué haces? ¿una huelga de hambre en un sitio donde se mueren de hambre? ¿Un boicot a ciertos productos cuando no tienes ningún producto? 

¡Claro que no nos gusta la violencia! Es horrible. Queremos solucionar los problemas mediante el dialogo, pero para poder dialogar necesitas poder y no simplemente buenas intenciones.

El diálogo suele aparecer en escena cuando el poderoso así lo decide, y suele ser para establecer los términos de la derrota. Esto es lo que veremos en Palestina, Ucrania e Irán

Entonces, ¿es una cuestión de poder y no solo de elección y voluntad, no? Por eso defiendes que dialoga quien puede y no quien quiere
Más o menos. El diálogo suele aparecer en escena cuando el poderoso así lo decide, y suele ser para establecer los términos de la derrota. Eso lo vimos con el procés catalán y es lo que vamos a ver en Palestina, Ucrania e Irán. 

La crítica que hacemos no es al diálogo, sino al marco ilustrado liberal, desde Kant y Smith hasta Habermas y su izquierda ilustrada, donde la libertad la relacionan con el consentimiento y el consentimiento con la elección, no con el poder. Pondré un ejemplo: para este marco el consentimiento al sistema capitalista se da cuando aceptas ir a trabajar. En nuestro marco eso no es consentimiento, sino supervivencia, porque o consientes o te mueres de hambre. Volvemos a la narrativa, lo que para algunos es consentimiento para otras es violencia, porque tú nunca consentiste en libertad sino totalmente coaccionada. No confundir por favor con la ley del sí es sí que es precisamente para ir agrietando la impunidad que tienen quienes coaccionan estructuralmente.

Defiendes que el politeísmo pone justo el foco en las diferencias de poder que tenemos para consentir, dialogar, hablar ¿Cómo manejamos esta diferencia?
Saliendo del marco monoteísta [risas]. Este tema es complejo porque como blanca y europea con acceso a diversos conocimientos yo tengo mucho más poder estructurado que millones de personas aquí y en el mundo. Tengo más capacidad para hablar. Esto lo comentó Angela Davis en respuesta a la pregunta de Bea Duodu sobre por qué las vidas congoleñas valen aún menos que las vidas afroamericanas y cómo actuamos ante esto. Se habló de organización y responsabilidad. Yo tengo la responsabilidad ética y política de luchar y no callarme, precisamente porque tengo la habilidad de responder, eso es responsabilidad. Yo estoy aquí gracias a las que no se callaron antes que yo, entre ellas mis abuelas. Por eso, el silencio puede ser oro, o puede ser genocidio. 

Ahora bien, no callarse no es estar todo el rato hablando, sino usar ese poder para que esas que tienen poca o ninguna voz estén también en esta ocupación ilegal de los centros neurálgicos desde donde se produce la legitimidad y, por tanto, los cuerpos y las vidas legítimas. Nadie quiere que Angela Davis se calle por el hecho de que las congoleñas estén peor, o que las pensionistas vascas se callen porque las andaluzas están peor o que las jornaleras andaluzas se callen porque las trabajadoras sexuales nigerianas están peor ¿La solución es callarse? No, porque siempre hay gente en peores condiciones que tú y en estos sistemas racistas, sexistas y capitalistas está claro quien habla y quién es silenciada. Yo me pregunto ¿quién tendría, en una situación de no dominación, el monopolio del poder legítimo para decidir quién está el peor, quién habla y quién calla? 

¿Y quién te responde?
Nadie [risas]. 

Nos quieren calladitas. Es uno de los objetivos del fascismo, ¿no?
Todo supremacismo intenta acallar a quienes considera inferiores y no lo vamos a permitir. Al hablar me voy a equivocar muchas veces, y de eso hay que aprender, pero no dejemos tirada a toda esa gente que depende en cierto modo de lo que luchamos y lo que decimos las que podemos luchar y hablar. Están intentando que tengamos miedo, y el silencio no nos va a salvar. La cuestión es cómo hacer las cosas con miedo y a pesar del miedo. Hay vidas que dependen de esto. Así que ni calladas ni sumisas ni irresponsables. 

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25/6/2025 11:05

Un artículo muy interesante y documentado. Aunque a veces simplifica un poco. La República Romana era un estado politeista y bisexual, pero el bienestar de sus ciudadanos se basaba en conquistar y oprimir a otros pueblos. Y si no podía oprimirlos, los exterminaba. Pienso que el afán de poder, de riquezas, está latente en el ser humano, y va adoptando diversas formas.

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